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lunes, 28 de enero de 2008

Extraña sensación

Hoy he despertado con un hormigueo en la barriga diferente al de todos los días. Una sensación extraña se había apoderado de mi cuerpo. Mientras el agua caía en la ducha e impregnaba cada poro de mi piel, esas sensaciones iban creciendo poco a poco. El aroma del café que se dejaba adivinar por la rendija de la puerta entreabierta, no hacía nada por aliviar esa sensación. Estaba claro algo me pasaba pero no lograba adivinar el que.
Mientras me dirigía a la oficina, a mi mente empezaban a aflorar imágenes en forma de recuerdos. La primera vez que pise las tablas del Gran Teatro, esas cortinas echadas que servían de escudo para disimular mi nerviosismo, yo tenía que parecer el más tranquilo de todos. Las horas de esfuerzo, la soledad del director cuando algo sale mal, las alegrías compartidas cuando salen bien.
Es como un niño que vas criando, que se va haciendo grande, que va exigiendo, que va madurando, pero que se enfada y te reprocha.Pero sobre todo, muchas veces, la soledad del director.
Hay momentos que te paras a pensar si todo merece la pena, si el trabajo que tu haces se lo cree alguién, si los esfuerzos y las horas que le quitas a tu familia te compenzan realmente.
La soledad del director, sí, esa soledad que es la peor, la de estar solo en compañía.
Todas estas reflexiones me acaban de dar un toque de atención, ¡no vamos a Huelva! esa es la extraña sensación, el haber luchado con todas mis fuerzas para conseguirlo y no ha podido ser.Lo peor, poner todas tus fuerzas en algo que hace que te quedes sin ellas. Pero lo peor está por venir, cuando las cortinas del Gran Teatro se abran para el primer grupo. ¡No seremos nosotros!

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