Ya está todo preparado. A partir de hoy, un ir y venir de personas deseosas de profundizar en la Pásión de Jesucristo, conquistarán las calles y las plazas de los pueblos y ciudades de Andalucía. Una Andalucía donde la forma de sentir y vivir es diferente al de los pueblos de España. Una Andalucía donde hasta lo más triste se convierte en una forma de manifestación alegre de lo que acontece en la vida de una persona que dió la vida por sus contemporáneos, ya que esta contemporaneidad llega hasta hoy.
Almonte, como uno de esos pueblos de Andalucía no es menos ni más que nadie. Aquí se viven esas realidades de una forma visceral como todo lo que hacemos. Somos los más cofrades de nuestra Hermandad que nadie. Eso no tiene porque ser malo, es más, creo que es hasta bueno, porque despierta en nosotros el afán de superación que hace que las cosas crezcan en su justa proporción y pasito a pasito, sin grandes estridencias, pero sin caer en el anonimato.
Desde hoy viernes de dolores, empezaremos a sentir en las calles y plazas almonteñas esos olores penetrantes que la primevera trae consigo y que se convierte en olores de pasión, a nuestros oidos llegaré el soniquete de un rachear de zapatillas que se han convertido en los pies de Cristo o de su madre María, esos sabores añejos de un plato de garbanzos con bacalao, esa sendación táctil de la sera fría en un corazón caliente, y sobre todo esa belleza plastica que entra por los ojos y se queda a vivir dentro de cada uno de una forma más o menos espiritual, pero que a nadie deja indiferente.
Estas son nuestras cosas, las que nos importan y las que complementan nuestro calendario vital forjado a golpe de sentimientos sencillos, de emociones encontradas y de realidades vividas. Así es Almonte y así es su Semana Santa.
Almonte, como uno de esos pueblos de Andalucía no es menos ni más que nadie. Aquí se viven esas realidades de una forma visceral como todo lo que hacemos. Somos los más cofrades de nuestra Hermandad que nadie. Eso no tiene porque ser malo, es más, creo que es hasta bueno, porque despierta en nosotros el afán de superación que hace que las cosas crezcan en su justa proporción y pasito a pasito, sin grandes estridencias, pero sin caer en el anonimato.
Desde hoy viernes de dolores, empezaremos a sentir en las calles y plazas almonteñas esos olores penetrantes que la primevera trae consigo y que se convierte en olores de pasión, a nuestros oidos llegaré el soniquete de un rachear de zapatillas que se han convertido en los pies de Cristo o de su madre María, esos sabores añejos de un plato de garbanzos con bacalao, esa sendación táctil de la sera fría en un corazón caliente, y sobre todo esa belleza plastica que entra por los ojos y se queda a vivir dentro de cada uno de una forma más o menos espiritual, pero que a nadie deja indiferente.
Estas son nuestras cosas, las que nos importan y las que complementan nuestro calendario vital forjado a golpe de sentimientos sencillos, de emociones encontradas y de realidades vividas. Así es Almonte y así es su Semana Santa.